Ángeles y Demonios

El último comerciante tuvo que bajar su persiana para que entendiéramos que indefectiblemente y muy a pesar de muchos, necesitamos el bienestar del vecino para asegurar el propio. Sentados en un sillón y sin poder, ni tener que hacer nada, ahora precisamos del otro, para estar a salvo. De ese otro que ayer integraba un grupo tan lejano al nuestro que era casi un enemigo. Quitando el adverbio en algunos casos.

Pobres y ricos, Peñarol y Nacional, oligarquía y pueblo, liberales y conservadores, religiosos y ateos, etc. El día que el mundo se detuvo, nada de esto importó más. Porque nuestra salud, la propia, la mía, la del que tiene razón siempre, quedó en un porcentaje bastante grande, en responsabilidad de los de la vereda de enfrente. Aquellos con conceptos tan errados que no son merecedores de mi oído ni mi reflexión. Con argumentos tan carentes de sentido, que violentan la propia vida en paz y armonía. Esos que son los culpables de todos los males del mundo, demonios en la tierra.

Pero la vida, el mundo, la historia, llámese como quiera, es una sátira bastante rencorosa y puso, literalmente, en las manos de los enemigos, la vida de uno. Y aún más hilarante, ellos, los enemigos, tienen sus vidas en las nuestras. Se borraron los colores cuando lo único valioso fue amenazado. Quizás mientras dure esta situación se difuminen esas celdas categóricas con las que dividimos a todos. Esos casilleros inexpugnables en los que vamos ubicando a las personas que vamos encontrando a ritmo de tal o cual comentario, color de camiseta, descripción de Twitter o like en Instagram.

Podríamos tomar el único recurso que abunda en estos días y nadie sabe cómo utilizarlo, para hacer una introspección en la que reveamos qué rol cumplimos en esta máquina polarizadora que hemos transformado la sociedad. Somos barras bravas del día a día, intentando imponer argumentos a fuerza de desprestigio y omisión de datos. Porque es tan fácil como observar cualquier temática desde un plano general para dar cuenta que nada es tan simple como para que sea blanco o negro. La realidad se asemeja más a una escala de grises. Duela a quien duela, la estadística dice que con quien estoy discutiendo, probablemente tenga parte de razón.

La tolerancia no es fácil, lo sé. Me cuesta aplicarla con mis consanguíneos más próximos por los tópicos más insignificantes. Pero qué mejor momento que una crisis para cambiar. No hablo de cambios excepcionales ni radicales, hablo del ejercicio de intentar modificar hábitos que sólo dividen, para reemplazarlos por algunos que maticen. Si alguien lee esto me etiquetará como tibio, pero creo que en dicha escala de grises se encuentra la tierra más fértil para sembrar la vida en sociedad.

Es verdad, seguirán estando aquellos que aprovechen cualquier circunstancia, hasta una pandemia que amenaza la vida de millones y pone en jaque la economía mundial, para lanzar culpas a diestra y siniestra, sin el mínimo detenimiento para preguntarse ¿por qué pasa esto? o ¿por qué habrán tomado esta decisión? o la más difícil de todas ¿puede ser que esté errado y el otro tenga razón? También sé que me cuesta hacerlo a mí, no soy demagogo, pero por ser costoso no dejamos de comprar un celular, en realidad hace que lo queramos aún más. Entonces, ¿por qué no desear una convivencia más matizada y dialogada aunque cueste?

Seguramente estos días caóticos nos hagan pensar un montón de cosas y valorar aquellas que hoy solamente podemos acceder desde una ventana y que cuando la rotación del globo tome su velocidad normal, nosotros la retomemos con él, olvidándonos de todo esto, como si nada hubiera pasado, para volver a situarnos en veredas, gritando con el puño en alto, que la razón es nuestra y los otros hicieron todo mal, otra vez, porque son malévolos.

Pero si mi vocación hace que alguien reflexione, mi día será un poco menos inútil y más feliz. Sabiendo que quizás el día de mañana cuando vuelva a pasar algo así, cuando ni Dios, ni el destino, ni la derecha, ni la izquierda, ni Forlán, ni Munúa, ni los chorros, ni los milicos, ni nadie puedan impedirlo, tengamos un amigo en la trinchera enemiga que se lave las manos por nosotros, al justo precio de un ¿sabes qué? Tenés razón.

Publicado por ferla

Un muchacho con ganas de escribir.

Un comentario en “Ángeles y Demonios

  1. Si Fer, la vida nos puso una trapisonda y nos está obligando a estar quietos, mirar por la ventana el maravilloso cielo y sus colores y pensar, y mirar cerquita nuestro a la gente querida con sus virtudes y dejar de lado sus defectos, esta quietud debemos aprovecharla para ser mejores con los otros y con nosotros mismos. Te cuento una cosa, lo que más extraño son los abrazos con todos Uds 🙆‍♀️

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