Elección inconsciente

Qué comer es una pregunta tan instintiva como del desarrollo humano del placer, por ende hay veces donde se termina convirtiendo en un dilema difícil de discernir.

Supongamos que ya tenemos decidido comer fuera, el abanico de opciones sigue siendo increíble. Así lo que nos termina llevando a un local u otro es como se ve desde afuera, las recomendaciones y la propia atracción que nos genere cada opción.

Día a día, pueden atraernos cosas distintas, hay días que nos llama lo desconocido, como hay días que lo hace aquel local de toda la vida donde el dueño nos pregunta por la familia. Hay ocasiones que nos atrae lo exótico, lo que es diferente para nosotros así como en otras solo queremos aquello a lo que estamos acostumbrados. Sin embargo, esto solo son elecciones puntuales hechas en base a lo que sintamos necesario en el momento.

Visto así, parece un dilema simple; nos acercamos por la fachada, por como se ve y por lo que pensemos del local. Nos quedamos y en futuras ocasiones decidiremos volver según la atención recibida y el disfrute que hayamos logrado allí.

El problema, o la solución, aparece cuando indistintamente de la situación o lo que busquemos la respuesta siempre es la misma, incluso antes de conocer el abanico de opciones, cuando hay algo dentro de ti que intenta llevarte siempre al mismo destino y justificarlo carece de sentido. Lo mas increíble es que nunca sabes ni imaginas cual sera ese lugar o si en algún momento aparecerá. Podemos creer que será un restaurante de alta cocina donde la atención es perfecta y la comida deliciosa, para luego terminar quedándonos con aquel barcito al que llegamos un día para salir del apuro.

Es algo que una persona no puede elegir, ya que es libre de hacer lo que quiere pero no de elegir lo que quiere. Fachada perfecta y atención altruista no son ni suficientes ni necesarias cuando tu propia locura es la que termina decidiendo. Eso es lo más complejo del amor.