Acá estoy contando las estrellas pero me pierdo, no sé si voy por la estrella número 10 o la 11. Igual sin importar su número veo una estrella distinta, no sé si es su forma de brillar o el tamaño enorme que tiene, pero es distinta. Quizá sea su color, no lo sé, solo espero encontrarla cada noche.
Salgo otra noche más y ahí está ella, esa estrella que brilla distinta a las demás, ella me ve de arriba y soy una persona mas, yo de abajo la veo especial. Pasan los días, salgo a contarle lo que hoy me pasó, lo que hice en el día y ella sigue ahí, brillando.
A la noche numero 30 la estrella ya me conoce, sabe hasta donde tengo cada uno de mis lunares. Empiezo a tener miedo de que un día se apague, o que deje de brillar conmigo. Ya perdí la cuenta de las noches que pasamos juntas pero hoy… hoy fue distinto, la estrella además de brillar me hizo brillar a mí, ¿cómo pudo lograrlo? No lo sé. Empiezo a preguntarme todos los días cómo hizo esa estrella para que yo vuelva a brillar y confirmo que era una estrella especial.
Y digo era, porque hoy salí a buscarla y no la encontré. Comencé a contarlas como lo hacía todas las noches pero al llegar a la estrella numero 9 ya no encontraba ninguna otra. Volvía a contar pensando que quizá me había salteado alguna, pero no.
Un día su brillo comenzó a disminuir. Se volvió rojiza pero no me preocupé tanto, pensé que era normal, que iba a volver a brillar, esperé y esperé con la esperanza de que me vuelva a iluminar pero no, la estrella se apagó.