Quiero tus brazos al rededor de mi cuerpo porque es el único momento en el que dejo de escuchar la tormenta. Pero no la tormenta que todos conocen, a mi también me gusta esa tormenta. Hablo de la tormenta que aparece en mi mente. No me deja dormir, no me deja soñar y aunque intente no escucharla siempre está.
Menos en tus brazos, ahí no, ahí se va, se aleja y por fin puedo ver salir el sol. En ese abrazo encuentro mi paz y puedo asegurar que tan solo se oye calma en mi cabeza.
Por eso temo que algún día te vayas, porque ¿cómo desaparecerán las tormentas si no estás? No lo harán, seguirán molestandome como cuando tenía cinco años y no me dejaban dormir.
Los truenos ruidosos me despertaban de un salto. Y lo mismo harán si ven que te vas, porque eres la única persona que puede ahuyentarlos.
Aunque no puedas mirar mi tormenta, aunque no la escuches ni la sientas, tú te quedas y ellas se van.
Sé que muchos podrán acompañarme en los días que el sol brille, pero solo tú me abrazarás cuando todo sea oscuridad.