Todos vamos en busca de la verdad, tenemos cómo norte ese ideal impoluto y pulcro que atrae sin importar quién seas ni de dónde vengas. Es que el concepto verdad es algo tan atractivo e imponente que vale la pena buscarlo. Al alcanzarlo en su máxima expresión, que es como lo imaginamos, la verdad como una cosa majestuosa y definitoria, nos daría paz y tranquilidad, para seguir con nuestras vidas, pues el concepto de mayor valor fue alcanzado.
Mas yo creo que no buscamos realmente la verdad. Me refiero a la mayoría de casos, porque siguen existiendo personas valientes y desinteresadas que si la buscan por el valor en sí misma. Lamentablemente esos no abundan, los que si abundamos somos los otros, los que dicho ideal tan majestuoso es simplemente un disfraz, que oculta el verdadero motivo de nuestra cruzada: tener razón.
Aquí nadie podrá negarlo, no hay sensación más satisfactoria que tener razón. Aparece desde la niñez en discusiones carentes de sentido, pasando por peleas de pareja, hasta llegar a los gobernantes de un país. Todos utilizamos ese paladín intachable que es la verdad, para tener razón y reafirmar nuestros conceptos, que tampoco está del todo mal, lo que sucede es que nadie busca La Verdad, sino que buscan la verdad a medias, recortada, la que encaja con el argumento propio. Y así todos tenemos la verdad y al todos tenerla, nadie la tiene.
Hasta ahí podemos sobrevivir, el último párrafo es a grandes rasgos una descripción abstracta de las redes sociales. Cada uno en su charco, nadie busca el mar. Pero hay otra piedra en el zapato, una bastante grande y afilada, cuando esa búsqueda de la razón no tiene escrúpulos y se rige por los principios maquiavélicos. La actitud de «acá vengo yo a demostrar que tengo razón y no me importa cómo, pero lo voy a hacer». Evidentemente nunca se demuestra de un modo tan descorazonado, normalmente se viste de «ojalá me equivoque, pero…» y realmente nadie quiere equivocarse. Aunque equivocarse suponga el bien común.
Y así nos encontramos discutiendo la posibilidad de que haya una movilización masiva en medio de una crisis sanitaria global, que tiene al contacto entre personas como principal vector de un virus de alta propagación. Solamente para demostrar a todos que ellos tienen razón y los otros están violentando contra la libertad de expresión.
Por el otro lado, en la misma coyuntura, no se permite utilizar, como excepción, la cadena nacional, disminuyendo así la cantidad de personas que salgan a la calle y colaborando con la celebración del acto de igual manera a pesar de la emergencia, para así golpear la mesa y señalar que el recurso fue utilizado por la anterior gestión de manera desmedida y marcando claramente cual será su postura en dicha temática.
Claro está que en este ejemplo, ambos tienen parte de razón, quizás algunos más que otros, pero no ven que detrás de sus decisiones políticas arriesgan mucho más que poder político, arriesgan de facto, la vida de la gente. Cosa que se podría evitar si ambas partes cedieran mínimamente, aplicable a este caso y a la cotidianidad.
Pero no sucede y difícilmente alguien lea esto, y aún leyéndolo, nadie cambiará su parecer, porque el dogma es más fuerte. Porque tener razón es más importante, así dicha razón nos vuelva como un boomerang y nos explote en la cara. Porque tener la razón es lo único que interesa, sin importar el precio que haya que pagar para alcanzarla.