Mi pecho arde, creí que era mentira cuando la gente lo decía, pero desde que no estas en el duele, al igual que cuando bebo un vaso de vodka puro, que quema. Es difícil de tragar sin nada que disminuya su intensidad. Porque el amor es asi: quema, de igual manera que el alcohol. Pero con él puedo olvidarte, unas horas, unos minutos.
El problema empieza cuando el efecto se va y despierto en mi cama entrelazada con mis sábanas. Ya no estoy en mi burbuja de alcohol puro donde todo parece menos doloroso y más tolerable. Ahí en ese preciso momento en el que me siento en mi cama comienza la realidad y se pincha mi burbuja.
Te recuerdo, nos recuerdo. Miro nuestras fotos y los momentos aparecen en mi cabeza de un segundo para el otro.
Sueño con abrazarte, acariciarte, que nuestros cuerpos sean uno solo.
Si pudiera tenerte en este preciso instante a mi lado, no desperdiciaría ni un segundo en sentirte, en que me sientas.
¿Cuando llegamos a tratarnos como dos extraños? Nuestro amor no merecía terminar así.
Por eso prefiero beber de esta botella varios sorbos que hagan quemar mi garganta. Porque ese ardor que siento es más tolerable, y aunque lastime es un dolor que si puedo soportar.