Recuerdo esa noche como si hubiera sido ayer. Siempre solía tomar de manera excesiva, pero esta vez lo ameritaba, no quería estar sobria, iba el chico que me gustaba y necesitaba estar desinhibida.
Me sentía en mi mejor momento, caminaba llevandome al mundo por delante.
Fue cuando lo vi con ella que ese mundo me llevó a mí.
Lloraba junto a mi amiga mientras ella me animaba para que tomara otro vaso de alcohol.
Un chico me agarra del brazo y yo a apenas puedo mantenerme en pie.
Necesito aire, no soporto más el sonido de la música.
Son las cuatro de la mañana, las luces de los autos me encandilan mientras intento pedir un taxi para volver a casa.
A lo lejos observo a una chica en el suelo pero no logro verle su rostro. Un hombre le quita el pantalón mientras toca su cuerpo bruscamente. Quiero ayudarla, está inconsciente, nadie me escucha, nadie la ve. Corro hacia ella, está quieta en el suelo, ni los golpes de ese hombre la despiertan. Quiero empujarlo, insultarlo.
Cruzo la calle corriendo, indignada porque estoy sola y nadie puede ayudarme a rescatarla.
Cada vez puedo observarla con mayor claridad, su cuerpo desnudo se encuentra golpeado. El hombre que estaba encima de ella se va cuando por fin logro llegar.
Sus ojos se clavan en los míos. No puedo dejar de mirarla, de mirarme.
¿Quién nos hizo esto? ¿Por qué nos quitaron la posibilidad de seguir viviendo?
Me recuesto a su lado y tan solo le tomo de la mano mientras nuestros corazones van dejando de latir a la misma velocidad y escuchando el ruido de las sirenas al llegar.