Sin más, me dejó tirada. Tengo tanto que decir, pero borró todas mis palabras. Como una libreta mediocre, vacía por dentro. Hubo momentos difíciles, me costaba escribir mis propias letras. Cuando finalmente pude, no le gustó. Sin un gramo de empatía, me aventó al piso. Ahí quedé, con frases a medio escribir, palabras que nunca dije y hojas llenas de sentimientos callados.