Por momentos es difícil concebir y tener idea del tiempo. Aún más al ser joven, por más contradictorio que parezca. Uno pensaría que en el periodo que una mayor cantidad de cambios físicos y mentales de fácil notoriedad, se manifiestan, se podría percibir mejor el curso del tiempo, pero quizás tanta revolución sea la responsable de entorpecer el entendimiento del flujo temporal.
Se llega hasta los 5 años con la preocupación enfocada en descubrir ese mundo inmediato que nos estimula de maneras que, al crecer, no solemos recordar. Para luego transitar el siguiente lustro y pico desarrollando una liviana consciencia de uno mismo, de gustos y motivaciones, superficiales quizás, pero que nos hacen asomarnos levemente a lo que llamamos sociedad.
Acompañados de explosiones hormonales constantes, nos vamos abriendo paso hacia una independencia de dudosa estabilidad y relacionándonos con otros individuos igualmente explosivos, de maneras nuevas y perpetuas. Para llegar a la veintena con un montón de información y recuerdos acumulados que, en teoría, deberían ser nuestros márgenes para encaminarnos de manera correcta, o desacertada, en la vida.
Y hasta aquí llega mi empiria. El pequeño viaje fue un intento de encontrar cuando se despertó mi noción del tiempo. Utilizo la palabra noción porque no logro entenderlo, creo que realmente, muy pocas personas logran hacerlo. Simplemente comprendemos modelos sintetizados hechos por algunos prodigios que si lo logran. Me sucede lo mismo que con todas las cosas que no entiendo, profundo enamoramiento. Primero pude idearlo como fenómeno que nos moldea con su paso, nos va estirando, aplastando, arrugando y blanqueando. También como ley ineludible e inmanejable, ahí está siendo eso que es y no ha dejado de serlo nunca, por más variaciones que tenga, en Marte o acá, el tiempo es. Y siempre es y será, lamentable o alegremente, en un solo sentido. Al final comprendí que a su vez, es la unidad de valor más importante que existe y siempre existirá. Detrás del intercambio del ternero por la bolsa de semillas en la época antigua, estaba la cantidad de tiempo tiempo que había invertido cada una de las partes para lograr tener ese ternero en esas condiciones para lograr intercambiarlo.
Llevado al presente, los billetes que intercambiamos por un pedazo de pizza, no son más que el tiempo propio que costó ganarlos. Así que ese trozo no sale $150, sale segundos, minutos, horas, depende de la suerte de quien la esté comprando. Hasta en el sentido mas romántico posible, cuando elegís pasar 10 minutos con alguien, le estas dando lo único que jamás va a volver. De algún modo le estás entregando tu más preciado valor, el mismo que te consigue pizza. Y el único en el que todos creemos. Porque podemos todos dejar de creer en el billete o en la bolsa de semillas, pero en el tiempo, mientras que nadie del año 2220 me visite y evite que yo escriba esto en este instante y nos enseñe que el tiempo es otro valor manipulable, todos creeremos, porque hasta las arrugas nos lo recuerdan. Aquí es cuando miro al reloj y pregunto ¿cuán bien estoy invirtiendo mi activo más importante?