Solo se escuchaban pasos débiles a la distancia. Entre los silencios del pentagrama, muy lejanos, muy intermitentes, aparecían de vez en cuando. Pero, mientras tanto, silencio. Silencio, nada más bello que cerrar los ojos, recostarse en el mostrador y reposar la cabeza entre los brazos cruzados, forzando al mundo en convertirse en una simple memoria.
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Mi amigo brillante
Desde que lo conocí me atrajo su capacidad para ser él mismo, para mantenerse en sus pensamientos. Debo decir, brillantes pensamientos. Le gustaba también la música y el deporte. Era un aficionado. Amaba todo lo que hacía, y lo hacía bien. ¡Como para no amar así!
Nada más
La angustia se apoderó de mi cuerpo. Esos momentos en los que a uno le gustaría que la vida fuera más simple, menos de mierda, esas ganas de que alguien decida por nosotros para lavarnos las manos ante eventuales –y obvios- finales infelices.