Como las galletitas

Una vez, cuando tenía cinco años, vi a mi tío comiendo unas galletitas con mucha pinta. Le pregunté qué estaba comiendo, para ver si lograba pescar alguna de esas delicias. Me comentó que se trataba de sus galletitas favoritas, las más ricas del mundo. Miré el paquete y noté que quedaba una, por lo que mi cara se apagó. Pero los tíos son maravillosos y siempre hacen lo que sea por iluminar –aunque sea por un ratito- la cara de un sobrino, por lo que me cedió la última.

Bienvenido, ponete incómodo

Pastillas, alcohol, pucho, meditación… a todos les funciona algo distinto para calmar los ataques de pánico, pero eso es para cuando te acostumbrás a tenerlos. Una vez que interiorizas que este vas a ser vos cada tanto, todo empieza a ser un poco menos horrible. Darte cuenta de que, en verdad, estás bien. Sacarle el cuco a la terapia. Aprender que el psiquiatra no es para los locos y que, si lo es, estás un poco loco, y eso no está mal. Pero para esto tenés que pasar antes por una semana –como mínimo- de no saber qué carajo está pasando con vos. ¿Le cuento a mis viejos? ¿y a mis amigos? ¿esto se cuenta sin miedo?

Contenido del vaso

El tema es que también sabemos que nuestra sociedad carece de grandes cantidades de personas inteligentes y, aunque de estas abundaran, no hay nadie que nos pueda entender a la perfección. Es por esto que la compañía la encontramos en los vasos… bah, la encontramos en lo que ponemos adentro de los vasos.